Vistas de página en total

Verdades y mentiras sobre la Guerra de la Triple Alianza, de Jorge Rubiani

Jorge Rubiani tomó el toro por las astas para decirnos de una buena vez cuáles fueron las causas de la Guerra de la Triple Alianza. Lo hace con simpatía hacia el mariscal López, pero no con la mera emoción sino con la certeza que le dan los documentos estudiados del derecho y del revés. Reflexionó sobre ellos, se apegó a ellos, para desactivar las leyendas que todavía acompañan a nuestra historia.

Se detuvo en el listado de las acusaciones más difundidas sobre López y la situación del Paraguay con anterioridad a la guerra. En la medida que se avanza en la lectura, el libro nos evoca –inducidos por el mismo autor– la actualidad mundial centrada en Irak. Las actitudes imperialistas son idénticas en todas las épocas.

Las causas del conflicto no están en los años 60 del siglo XIX. Rubiani nos advierte: “Los distintos factores que la provocaron se diluyen en acontecimientos aun anteriores a la Independencia de Mayo de 1811 (…) las llamadas causas aparentes, nunca llevaron tanto combustible como para encender el fuego. Las causas reales si. Tanto que debieron permanecer ocultas. Secretas como el tratado que iba concertándose también secretamente”.

Los motivos que se invocan como justificación de la guerra, dice Rubiani, fueron básicamente tres: 1) Armamentismo o militarización del “Atila de América”; 2) Necesidad de “civilizar” al Paraguay; y 3) liberarle de la dictadura.

Cada uno de estos motivos se diluye en pretextos de la Triple Alianza para iniciar la guerra y terminarla “en tres meses”, según la promesa hecha por Mitre a sus conciudadanos. Con una copiosa documentación, Rubiani nos demuestra que el famoso “armamentismo” nunca existió. Hace el listado de las armas con que contaba el ejército paraguayo. Trascribe este párrafo del historiador uruguayo Eduardo Acevedo: “…hubiera podido transformarse en un museo, tal era la diversidad y la antigüedad de algunas de sus piezas. Entre los materiales capturados en Curuzú figuraba un cañón que tenía grabados el nombre de Felipe IV y el año: 1664”. Algunos de estos se encuentran también –agrega Rubiani– en el Museo de la Historia de Río de Janeiro (Casa do Trem); otra pieza está frente a las ruinas de Humaitá, y otro más, frente al antiguo cuartel del ejército paraguayo en dicha ciudad.

“El sobredimensionamiento del poder bélico paraguayo, previo a la guerra, luce como un sarcasmo enfrentado a la admirativa crónica de combatientes argentinos, brasileños o uruguayos”. Estos –prosigue Rubiani– destacaban la bravura, el temple y la capacidad de sacrificio del soldado paraguayo. Nunca el poder de sus armas.

Claro, porque tal poder era uno de los inventos de la Triple Alianza para llevar adelante el antiguo proyecto de traernos la guerra. Si esta duró cinco años fue, como dice Rubiani, por la propia incapacidad de los jefes aliados y por el espíritu de sacrificio de los combatientes paraguayos que no contaban con militares profesionales, ni armamentos suficientes más la incapacidad de renovarlos.

Con estos y otros datos rigurosamente documentados, el armamentismo o militarización del Atila de América –como le llamaron a López– se reducen a una leyenda cuya insistencia y amplia difusión se convirtió en verdad absoluta, menos para los jefes de la Alianza que la inventaron.

Con todo acierto, Rubiani explica: “Pero si diéramos por cierto que el Paraguay era un país militarizado y agresivo al extremo de poner en peligro la estabilidad de la región o la seguridad de sus vecinos, la verificación de su verdadero potencial permite igual la situación a la generada recientemente cuando la estrategia guerrera de Estados Unidos y sus aliados, excusara como inevitable y absolutamente indispensable la intervención armada en Irak. Y comprobado que en esta ocasión no hubo tal peligro, como no lo hubo en aquella, el ‘armamentismo paraguayo’ siguió siendo un buen motivo para justificar la prolongación de la Triple Alianza”.

Recordemos que la invasión a Irak también fue ejecutada por una triple alianza: Estados Unidos, Inglaterra y España, cuyos gobiernos se pasaron por encima de las Naciones Unidas, tal como los de la Triple Alianza ignoraron a sus respectivos parlamentos para hacer valer el Tratado.

Necesidad de “civilizar” al Paraguay

Civilizarnos era otra preocupación de Mitre y Pedro II. Bastaba con privarle al Paraguay de López para que el país alcanzara la cumbre de la civilización. Pero había un problema: para acabar con López habría que acabar también con el Paraguay. Fue lo que sucedió. Al término de la guerra, ya casi no hubo quien pudiera ser civilizado.

Pero había más: Ni la Argentina, ni el Brasil, mucho menos, estaban como para civilizar a nadie. No podían civilizarse ellos mismos. Y en esto no hace falta abundar, basta con leer a uno de los más esclarecidos políticos e intelectuales argentinos: Domingo Faustino Sarmiento y su Facundo. Civilización y barbarie. El Brasil de Pedro II no estaba mejor. Ya entonces la esclavitud era una afrenta a la civilización, entre otros casos.

Rubiani trascribe parte del editorial de “La Nación Argentina” –vocero de Mitre- de principios de diciembre de 1864: “…El Brasil y el Paraguay se hallan hoy separados por una declaración de guerra… ¿Qué harán los pueblos argentinos?... El gobierno brasileño es un gobierno liberal, civilizado, regular y amigo de la República Argentina. Su alianza moral con esta está en el interés de muchos países y representa el triunfo de la civilización en el Río de la Plata… Los hombres que tienen el tacto de la política, que descubren los resultados inevitables de ciertos acontecimientos, ven claramente que el gran peligro para la República Argentina está en la preponderancia del dictador paraguayo, que aspira a ser el Atila de Sudamérica… Triunfante el Paraguay nada lo detendría… Él tiene toda su nación militarizada…”.

En Verdades y mentiras... el autor analiza con documentos a la vista los motivos que tuvieron Brasil, Argentina y Uruguay para formar la alianza contra el Paraguay. Demuestra que la “barbarie” de los paraguayos, la “tiranía” de López, la “potencia” bélica paraguaya, su afán “expansionista”, etc., sólo existían en la imaginación de los líderes de la Triple Alianza. Los verdaderos motivos están en el Tratado Secreto, estudiado ampliamente por Rubiani.

Los pecados del mariscal López

Una obra que intenta con seriedad contarnos la verdad sobre la Guerra del 70 no puede, desde luego, marginar “Los errores del mariscal Francisco Solano López durante el curso de la guerra”. Fueron muchos y serios. Considera que el más grave y decisivo de ellos fue “su dirección ‘a control remoto’ de aquella fase de la guerra”. Se refiere a los sucesivos fracasos de Meza en Riachuelo, de Estigarribia en Uruguayana y de Robles en Corrientes. Dice que el mariscal “no pudo haber permanecido en Humaitá mientras una división ‘descansaba en Goya’ y la otra en Uruguayana, separadas por miles de kilómetros y a mayor distancia, ambas, del campamento del Mariscal. En una etapa en que la campaña requería de agilidad y sorpresa, los chasques con órdenes hacia y desde los dos frentes y hasta el Comando de López tardaban semanas”.

Le hace igualmente responsable de no haber sabido economizar la vida de los soldados, mandándolos, muchas veces, hacia una muerte segura por falta de planificación o de talento para hacerlo. Sin ánimo de disculparle muchas de sus torpezas, Rubiani evoca que la guerra se inició con muy poca gente apta para sostenerla. Si la contienda se extendió por cinco años fue por el sacrificio y el heroísmo del soldado paraguayo, y por la incapacidad de los jefes enemigos.

Verdades y mentiras sobre la Guerra de la Triple Alianza es un libro imposible de leer con indiferencia. En algún costado de la razón o del corazón brotan ideas y sentimientos muchas veces contradictorios acerca de la mayor catástrofe sufrida por nuestro país.

Fuente: http://archivo.abc.com.py/2007-10-21/articulos/366218/verdades-y-mentiras-sobre-la-guerra-de-la-triple-alianza-de-jorge-rubiani